Babel. Si es la película de Iñárritu, pero también es un bar que inaguraron este viernes en el norte de la ciudad. Me llevo mi amigo C. Alonso. Cómo no, te cachean. Otra mujer gorda. Esta vez llevaba una tableta de pastillas de ibuprofeno para los dolores, y pensó que era una drogodependiente, así que me confiscó mi material. El recinto era muy in. Muy en acero, muy industrial. Con barras en los fondos. En la parte central con barras para que uno se apoye si gusta. Una segunda planta, a la que se accede por unas escaleras, pero en todo momento, la parte central abierta. Un escenario encima de una de las barras, así todo el mundo puede verlo sin necesitad de ser muy alto. La música me place, la plática también. Un concierto con grupo sorpresa: IMS(Instituto Mexicano del Sonido). Muy electrónico, muy moderno. Tándem de 2 DJ. Uno lleva una cola de gato y unos guantes a rayas negros y rojos por los que asoman los dedos. Mucho indie alrededor. Antes del concierto, un tipo nos pidió que si nos podía tomar una foto para el reportaje que iban a hacer en el periódico Reforma. A parte, tomaron nuestros nombres. Ya les contaré si salgo en la prensa del país. Teníamos derecho, yo, por ser mujer a 6 consumiciones entre una amplia variedad. Él, por ser hombre, tenía derecho a 8 consumiciones. También mi entrada costó 100 pesos, la suya 300. Injusto ¿no?. Teníamos una mesonera a nuestra disposición. Ella nos preguntaba lo que queríamos, iba a la barra y nos lo traía. Un reposado de tequila con limón. Con una pajita y una servilleta de papel alrededor. La música seguía y la plática también. Cuando estábamos a punto de acabarlo, venía y nos volvía a preguntar, así sucesivamente hasta que gastábamos los cupones. Te ahorras el estar peleando por una bebida en la barra. A la salida, pedí a los hombres de negro con pinganillo mi medicación. ¿Mi medicación?. Si, tenía que sonar contundente.
Foto. Cartel de un museo.
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